Una publicación para describir e informar

lunes, 4 de agosto de 2014

Los que salen, los que se quedan.



Muchos hombres y mujeres del mundo han tenido un sentido cosmopolita de la vida, pues aprecian al mundo como un gran y solo país. 
En la Literatura, de igual manera se han proyectado numerosos escritores, especialmente después de la segunda guerra mundial, cuando diferentes escuelas del cosmopolitismo sucedieron al criollismo.
Pero la esencia de este comentario no es estudiar la obra de autores como el argentino Jorge Luis Borges, los mexicanos Juan Rulfo y Juan José Arreola, el venezolano Arturo Uslar Pietri, o el cubano Ramón Ferreira, por solo citar algunos, sino acercarme un poco más a la realidad de hoy.
En relación con el tema, una amiga de la infancia que vive en España, me instó a escribir sobre el asunto, a propósito de que leyera el pasado año, una crónica que redacté sobre el municipio matancero de Colón, y con la que abrí un Blog titulado ¡Que así sea!
Me decía que dejara claro en el material que todos los cubanos que deciden irse del país no son contrarrevolucionarios, ni reniegan de sus raíces. Y su sentir no es único, tengo otras amistades que desde diferentes países, entre ellos, los Estados Unidos, usan las redes sociales como Facebook y Twitter, para destacar valores positivos sobre Cuba, aun estando lejos de su tierra.
Razones económicas, de unión matrimonial, reunificación  u otras de carácter muy personales, han movido a miles  de cubanos a emigrar a diferentes tierras.
Aunque era una adolescente, cuando tuvo lugar el éxodo de muchos cubanos desde el Mariel hacia los Estados Unidos (entre el 15 de abril y el 31 de octubre de 1980), nunca  entendí la respuesta de muchos de los que se quedaban.
Desde mi inexperto conocimiento sobre temas políticos, yo veía grosero, por ejemplo, que tiraran cartones de huevos a las puertas de algunas casas de familias, donde sus integrantes  habían tenido hasta esos momentos un correcto comportamiento, o que los avergonzaran, blasfemándoles con palabras “sucias”.
Sin embargo, al cabo del tiempo vi desertar en silencio y sin escándalos a muchos que tiraron huevos cuando lo del Mariel. Claro, era otra época, después nos  acostumbramos  a ver el asunto de manera más “civilizada”.
Cuando mi amiga me recomendaba escribir sobre el tema, vi claro, la nostalgia por su pueblo natal, -el mismo que el mío-, la remembranza por las personas amadas que dejó, el deseo de seguir defendiendo a su país en Facebook, a través de fotos y mensajes…
Por ello, al cabo de tanto tiempo, mi amiga no se debe avergonzar ante el mundo porque se haya ido a vivir a otro país;  en ello, en parte, radica la libertad que tiene todo ser humano de escoger su camino, igual así como la de quienes nos quedamos porque  queremos.