Una publicación para describir e informar

martes, 13 de octubre de 2020

 

                                                       


                                                               Coti y Tita

Un aleteo inusual hizo que nos pusiéramos en alerta. –¡Mami, mami se llevaron a Coti!, -así le pusieron los niños a un periquito australiano verde, que compartía su hogar con otra de color amarillo, (Tita) en el portal de nuestra casa.

-¡¿Cómo fue?!  ¿Quién hizo semejante daño? Preguntamos al salir al balcón y ver a Tita sin su compañero. Pero las interrogantes fueron en vano.

Una hora más tarde escuchamos a Coti desde un árbol frondoso frente a la casa y nos llegó el alma al cuerpo. Se comunicaba con su compañera, pero desde muy lejos… En la tarde noche lo vimos volar hacia el oriente… La esperanza se esfumó.

Un desánimo nos invadió a todos. El silencio fue brusco, insípido, fastidioso… _Bueno, las aves son para volar, vamos a tratar de abrirle la puerta a Tita, -pensamos taciturnos, mientras no queríamos creer en la fuga misteriosa del otro pajarillo.

Así nos acostamos, pensando en que Tita a la mañana siguiente echara a emprender su propio vuelo, quién sabe si fuera a encontrar su compañero…

Pero cada mañana trae su propio afán.  Al filo del mediodía,  ¡escuchamos en el árbol el sonido de Coti nuevamente! Jaulas trampas, chiflidos, hasta una cancioncilla que le entonaba con el antojo de que un día la “reprodujeran”  pusimos a funcionar para tratar de capturarlo, pero todo fracasó.

Al rato, él mismo, Coti, planeó lento hasta que fue acercándose a cierta distancia de su hogar…Poco a poco el avecilla verde se deslizó por el alambre que sujeta su casa y… ¡entró!

No se escuchó palabras por un largo rato, solo rostros llenos de asombro y emoción. Después que se rozó varias veces con su pareja comenzó a comer y comer hasta que estuvo saciado. Luego se arrullaron nuevamente.

No hubo vecino que no se asombrara de lo ocurrido y celebraran con una sonrisa el regreso del ave. La fuerza del amor hizo volver a Coti y descansaron sus alas junto a Tita, las mías,  echaron a volar.