Una publicación para describir e informar

lunes, 20 de mayo de 2019

Unos "quince" se avecinan


Sonia Hernández Silva y Kirenia Peña Cruz,  son dos educadoras que no han podido concebir pero tienen doce hijos e hijas en el Hogar sin amparo familiar de la ciudad de Las Tunas, a quienes les brindan todo su afecto y amor.
Vestidos, blusas, juegos de pantalón, ajuares especiales entallan ellas y varias mujeres más a una figura esbelta, con pelo suelto bien arreglado y un ánimo expreso de satisfacción y agradecimiento.
Todas tienen literalmente una encomienda gigante por estos días: Preparar la fiesta de quince a una de sus hijas. Anabel, la cumpleañera, está expectante, por lo que sucederá en unas horas.
“No logré tener hijos y en su lugar, tengo ahora mismo doce, -explica Hernández Silva, la directora del Hogar-, somos 21 trabajadores que durante las 24 horas del día dedicamos nuestros esfuerzos a niños y jóvenes con edades comprendidas entre 6 y 18 años.
“Soy madre de corazón de todos los niños y niñas que han pasado por aquí.  Tengo hacia Anabel  una dedicación especial y su hermano de 12 años que también vive aquí con nosotros. Como a otras que les hemos festejado los quince años, a ella también le dedicaremos una jornada de celebraciones en la que muchos organismos e interesados han cooperado”.
Anabel Oliver Rodríguez es una adolescente que estudia en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Carlos Leyva González, de Las Tunas, en la especialidad de baloncesto y tiene como perspectiva, además de integrar la selección nacional de ese deporte, estudiar Medicina y hacia esos objetivos encamina sus planes:
“Le doy gracias a Dios en primer lugar  y a las tías de este Hogar, por todo cuanto he recibido. Aquí tengo lo necesario y el amor de cada una. A veces me siento sola, es verdad, pero cuento con Sonia y a Kirenia, que ante cualquier duda, o decisión, consulto con ellas; hablamos y me apoyan mucho, -dice con seguridad la joven deportista y agrega: Mi hermano y yo convivimos en la Casa desde hace más de nueve años. No fue fácil al principio, pero ya nos hemos adaptado”.
Anabel prefiere no hablar de su origen. Se hace innecesario cuando ella y su hermano reciben una educación de lujo, si de amor y responsabilidad se trata. No se sienten apocados porque gozan, más que de cualquier beneficio material, del cariño de varias madres al mismo tiempo.

El yo que ahora soy


martes, 12 de marzo de 2019

No soy de estos tiempos


Visitar la consulta de una de las amigas que surgió por el ejercicio de la profesión, fue muy aleccionador. Observar otras pacientes que retribuían a la doctora algunos obsequios, me hizo pensar que no soy más que una mujer “a la antigua”, -para ser conservadora conmigo misma.
Estoy entre las que nacieron en las primeras décadas después del triunfo de la revolución; es decir, aquellas que lucieron ropas hechas en las máquinas de coser de las madres, las tías o las abuelas, soy de las que no tenían apenas equipos electrodomésticos para usar; sin embargo, se forjaban amistades sobre la base de la empatía y el amor.
Eso alcanzaba. Bastaba quererse  a través de un encuentro fortuito, una invitación formal con la familia o simplemente no verse casi nunca y la relación amistosa permanecía en el tiempo.
Mira cuán lejos estoy de ser una mujer de ahora. En la consulta me di cuenta que estoy encallada en un pretérito inofensivo. Me sentí culpable por no hacer lo que hacen las demás, por no estar a la par de las agradecidas, por ser la más inútil de las pacientes.
Luego, dejé un poco de reprocharme, cuando escuché a la doctora decirle a una de las que le obsequiaba, que no tenía que regalarle nada, porque eran amigas. Me vino el alma al cuerpo. Olvidaba que la especialista y yo somos coetáneas.
Aun así, hoy el estilo que vale es otro, y de esa verdad no puede escapar nadie. A fin de cuenta, un regalo siempre halaga y hasta hace falta, en dependencia de lo que ofrezcan. Bien que lo merece la amiga, por ser una profesional capaz y entregada a su quehacer.
Me fui de la consulta con el propósito de ser una mujer de estos tiempos. Y aunque sé que ella es de las mías, pienso quitarme pronto el cartelito de desagradecida, por si le diera una lectura diferente a mi corazón… es radióloga.





domingo, 20 de enero de 2019

El hermano de Larduet quiere ser taekwondokista


Rolandito, así le llaman en el barrio. No es solo el hermano de Yunieski Larduet, el “correcaminos” del equipo de pelota los “Leñadores” de Las Tunas “. Es un niño fuerte, de más de 1.60 centímetros de altura y una aptitud fuera de lo normal para el deporte:
“Me gustan todos, pero el taekwondo es mi deporte preferido. Lo practico hace dos años, desde que estaba en cuarto grado…Ya he alcanzado medalla de plata en competencia nacional, el año pasado y aspiro un día a ser campeón”,      -expresó.
Rolando Daniel Larduet Núñez estudia en el centro escolar: “Rafael Martínez Martínez”, de la ciudad de Las Tunas y sus entrenadores lo preparan de manera especial para ingresar el próximo año en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), donde recibirá entrenamiento personalizado en taekwondo:
“Me gusta la pelota también, juego con mis amigos del barrio. Admiro mucho a mi hermano Yunieski, porque es buen pelotero, corre bastante, roba bases…    -afirma con seguridad-, lo sigo en todos los juegos por la televisión y a veces voy al estadio a verlo y apoyarlo”.
“Cuando ganó el equipo de pelota de Las Tunas y se hizo Campeón nacional, mis amigos y yo salimos a la calle a tocar con latas y espumaderas, fue mucha emoción, tenía  alegría por mi hermano”, -dijo con los ojos llenos de brillo.
La hazaña de los Leñadores ya es una realidad y son por primera vez campeones nacionales, Rolandito siente más de cerca el triunfo de ellos y su ejemplo puede ser un estímulo para continuar la preparación en el taekwondo, con el apoyo de su familia y de su madre, Macelys Núñez, que desde Venezuela, donde cumple misión en el sector de la Salud, lo sigue y lo apoya.