martes, 26 de enero de 2016
Meses "cortos" y meses "largos"
Hace poco un
joven compañero de mi sobrina atestiguaba que el mes de mayo contaba con 30
días. De inmediato, alcé la vista y por tocarme de cerca el tema, le aclaré
que, mayo tiene 31 días.
Y es que asuntos que parecen tan
reiteradamente conocidos, pensamos que hasta los niños los dominan
bien, y no es así, algunas
personas se sienten confundidas a la hora de expresarlos.
Por eso me
animé en preparar estas líneas, con la intención de que jovencitos como el del
suceso sepan cuántos meses del anuario tienen 30 días y cuántos, 31.
Existe una
estrofa popular que esclarece bastante
el tema:
“Treinta días trae noviembre,
Con abril, junio y septiembre.
Y los demás treinta y uno".
Sin embargo,
para los que tienen mala memoria, y todavía les puede resultar insuficiente,
les traigo otra técnica para memorizar: Se cierra la mano y se comienza a contar por el nudillo del dedo
meñique que representa el primer mes del año, enero y trae 31 días. El “hueco”
entre ese dedo y el anular, corresponde a un mes que no tiene 31, que sería una
excepción, febrero con 28 días; el cual cada cuatro años se convierte en bisiesto, con 29.
Después le continúa
el siguiente nudillo del anular, que identifica a marzo también con 31, y así
se intercalan los meses; los de 31 en cada juntura y los de 30 en los “huecos”.
Cuando el conteo llegue al mes de julio en el nudillo del dedo índice, regresa
a enumerar otra vez por el de meñique para asemejar al mes de agosto de 31 días
y así, hasta llegar a diciembre.
Creo que con
estos dos ejemplos, personas como el joven compañero de mi sobrina pueda
entender bien el asunto de los meses de 30 días y los de 31, así como la
excepción que es febrero.
Él nunca supo que cuando aseguraba que mayo contaba
con 30 días, me dejaba sin cumplir años.
martes, 12 de enero de 2016
Xiomara, la batalladora de Duralmet
Xiomara
no es cualquier nombre de mujer. Así llaman a féminas como esta, que no deja de
pensar en trabajar y trabajar bien. Ella labora en la Fábrica de carpintería
metálica, conocida con el nombre comercial de Duralmet, en la provincia cubana de Las Tunas.
Piensa
en los más de diez años que lleva prestando servicio en la importante industria
del Ministerio de la Construcción en el territorio. En el área de ensamblaje,
se puede ver repicando una y mil veces al día los bordes de las rejillas que
componen una ventana.
“En
ocho horas de trabajo, pasan por mis manos unas cuatro mil láminas…Es un poco
agotador, porque lo hago todo de pie, pero ya estoy adaptada y me agrada. Me
siento a gusto aquí con mis compañeros, porque soy como una madre para ellos,
pues en su mayoría son jóvenes”, -explica sonriente Carralero, una de
las únicas tres mujeres que pincelan con gracia la fábrica.
Ella se
sabe importante en la cadena productiva: “De mi trabajo dependen dos mesas más
que son las que determinan el acabado de las ventanas. Quiere decir, que no me
puedo parar”.
La
perseverancia y la ternura tienen nombre
de Xiomara: “Me faltan unos meses para la jubilación…Ya lo necesito por la
edad, pero cuando eso suceda voy a echarle de menos a mis compañeros…” -dijo
taciturna, con un brillo exagerado en los ojos.
Cuando
conocí la pericia de una de las tantas
tuneras que conforman el abanico de féminas de fuerza del territorio, me
pregunté: A cuántos colectivos de trabajadores les hace falta la presencia de
mujeres como Xiomara? Seguramente que todos. El de Duralmet, una de las
fábricas más renombradas de Cuba, tiene
ese privilegio.
sábado, 2 de enero de 2016
Retrospectiva I
Cuando
salí de la etapa normal de los por qués,
apenas cinco o seis años, ya estaba preocupada por conocer las cosas
inalcanzables. Curiosa como fui, no
cesaba de encontrarle alguna solución a lo que, para los mayores, era complejo
o ni querían hablar de ello.
Por eso
es difícil olvidar las noches que pasaba junto a mi padre rodeándole el cuello
con mis brazos, sentados en el portal de mi abuela Sara. Allí, escuchaba sus
conversaciones con mi abuelo y disfrutaba el silencio de las mujeres de la
casa. Sí, porque cuando hablaban parecía que cada cosa tenía el significado
dado por ellos.
Yo
aprovechaba y recostaba mi cabeza al pecho de mi papá y meditaba en lo que ya
hoy, sí estoy segura, es la creación de Dios. Aquí una pincelada de lo que
pasaba muy a menudo:
Una,
dos, tres... ¿Por qué están tan lejos, papi? Cuatro, cinco, seis, siete, ocho,
nueve… ¡mira, se me escapó aquella, no la había visto! ¿O es que apareció
ahora? Bueno, diez, once, dieciocho… ¡Son muchas mijo!, pero no me canso, las
voy a contar todas, toditas.
-
¿Quién las hizo? …Lucen lindas adornando tanta oscuridad. -Sigue contando,
niña, creo que vas a poder contarlas todas. -¡Claro! No, no, no, yo sé que no las puedo coger
porque están muy altas, pero sí las cuento…ciento cincuenta, ciento cincuenta y
dos, doscientos treinta…y…uno…
-Shssss,
vamos pequeña, casi tengo los pies entumidos. Mañana si no hay nubes, podemos
seguir contándolas…
-Sí
papi, cua-ren-ta…y…cin-co…
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