Una publicación para describir e informar

sábado, 24 de septiembre de 2016

Los parques



¿Qué ciudad no siente orgullo de sus parques? ¿Qué pueblo o asentamiento, si no cuenta con uno de ellos, se los inventa, los improvisa y les da un uso constante?  Los parques son sitios para la eternidad. Se puede romper un banco, morir un árbol, o cualquier imprevisto, pero ellos siempre permanecen ahí, debiéndole una jornada a cada día, una razón al equilibrio.
Un  parque permite que hables solo, planees proyectos, despojes la timidez, canceles lo introvertido. Es la única propiedad que es de todos a cualquier hora, puedes cazar un banco y hacértelo tuyo, lograr ponerle el nombre de tu mejor momento.  En él todos consiguen ser iguales y diferentes, lindos y feos, trabajadores y vagos, soñadores y pesimistas.
Los parques se parecen a sus habitantes, tienen un poco de cada una de las personas que se sirven de ellos, son referencia para las ciudades, allí se juntan palomas y admiradores en perfecto duelo con el estrés.
En los parques se suspira ante una cita, se descansa de una intensa caminata, se encauzan los buenos pensamientos o se cancelan proyectos. Se mira el mundo desde afuera. Son así de inexplicables... Que no te sorprenda cuando en uno de sus bancos llore sobre tu hombro, te regale un beso furtivo o una sonrisa inesperada.


NOSOTRAS



Rin, rin, rinnnnn…Estoy todavía con la historia del sueño pegada en las pestañas y me levanto como un santiamén. Casi todos los días sueño. Es una manía que heredé de la adolescencia. Estiro la cama y la tiendo, porque mi esposo ya está sentado en el sillón esperando que termine de preparar el desayuno, él calienta la leche; yo, religiosamente le doy la terminación.
El machismo de cualquier región siempre es machismo, no sé si el americano, no sé si el africano, todos son parecidos, para no decir que a veces me dan deseos de sacudir por el cuello... En ocasiones no tienen ni culpa: _Espera que yo termine esto para hacerte aquello… _Coge aquí que te voy a servir… Al final, eso nos gusta porque somos las que queremos ser heroínas todos los días.
Niños hacia la escuela, con las meriendas preparadas desde la noche anterior, ¿Por quiénes? ¡Por nosotras! Nosotras somos quienes hacemos también el almuerzo, la comida, todos los refrigerios que se degustan en la casa en cualquier hora del día o de la noche…
Tarde de baño para los niños, cada detalle en su sitio, el agua caliente, la ropa limpia, la sucia al cesto para el fin de semana, ¡ah!, porque, al menos yo, trabajo “en la calle”, tengo una labor que demanda mucha concentración y capacitación constante, digo, en las noches o las madrugadas; es decir, cuando se tenga el tiempo, quién sabe a qué hora.
_ ¡Qué rico te quedó el muslito de pollo mi amor!, ¡Te la comiste! Hacía tiempo no hacías algo así. _ ¿Sí?, -me hago la que no sé que iba a decir eso, mientras de pie, en lo último de la cocina, chupo hasta el final los huesillos del ala en mi plato- Los niños no, siempre encuentran sabrosas las carnes desmenuzadas de los contra muslos, al fin y al cabo ellos no saben todavía cómo manipular sentimientos.
En la noche queda poco tiempo para todo, el cansancio es el principal adversario. El sexo a veces no tiene la calidad que debiera porque la mente está enfocada en el agotamiento y aunque creo que Dios da lo necesario para cada jornada, es inevitable pensar en la proteína del día siguiente.
La almohada la siento más que de esponja de un contenido celestial; sin embargo, no me puedo dormir sin antes escribir un reportaje pendiente…Rin, rin, rinnnnn… ¡No puedo creer que mi esposo esté otra vez sentado en el sillón!