María
Victoria Velázquez conoce cada detalle del parque de equipos de la Empresa de
Transporte y Cargas Generales de la
oriental provincia de Las Tunas.
Como jefa de
grupo de operaciones conoce nombres y apellidos de cada uno de los cuarenta y dos choferes que integran la
plantilla y el número de las matrículas de los carros. Además, se mantiene al
tanto de las necesidades espirituales de sus compañeros, quienes la consideran
como una madre, cuando ante cualquier acercamiento la llaman “Vieja”.
Para ella no
existe obstáculo que no pueda vencer, y aunque ya ha sobrepasado la edad para
la jubilación: “Estoy fuerte, me siento bien. Nunca he hecho rechazo al
trabajo. No pienso en eso” –aseguró sin ofrecer otras explicaciones-.
Ahora encamina
sus anhelos, para resolver la ceguera que la aqueja desde que tenía catorce
años, con una nueva terapia, de la que “hablaron por la televisión nacional y
tengo esperanza de resolver la situación. Se trata de un chip para implante del
nervio óptico…ese es mi problema”.
En la Base
de Transporte, se operan cargas hacia centros de diversos organismos de la
provincia. Los choferes mantienen disciplina a la hora del trabajo, y tienen un
riguroso control del combustible. Ello ha sido en parte un logro de las
relaciones de trabajo que ha establecido María Victoria con todos por más de
veinte años.
Independientemente
de los sesenta y tres años de vida con que cuenta, muchos los ha dedicado al
trabajo y cuando alguien le insinúa el retiro del centro, los ojos se les
humedecen y dice con voz entrecortada: “El día que no vengo, me muero”.