Una publicación para describir e informar

martes, 24 de marzo de 2015

Nombre de flor



Lila tenía el nombre de flor. No era una anciana más de la cuadra. Fue incomprendida por muchos... Nunca se vio dialogar con los alumnos de la escuela primaria del frente  de su vivienda. No se notaba salir ni entrar de la casa en ningún horario del día, y siempre tenía las puertas y ventanas cerradas, excepto una al lado de la puerta, que por las persianas inclinadas, podía mirar a quién atender, cuando de lejos le gritaba su nombre para que le regalara una de sus plantas.
Creo que se veía tan blanca porque nunca cogía sol, al no ser cuando salía a regar agua, con una manguera muy larga, todas las flores que cubrían el inmenso jardín que pintaba su frente y entonces, todos los niños de la escuela, se asomaban en bultos apretados por las puertas de las aulas para verla.
Su figura encorvada y pálida se esfumaba apenas que mojaba  sus flores y la casa volvía a ser la imagen que en pinturas a veces trazamos, cuando en plano generalísimo la vemos cerrada,  en espera de que alguien le dé vida.
Lo cierto es que el día que alguien sorprendiera a Lila regalando una flor era un acontecimiento. Ni los 28 de octubre, ni los 28 de enero, ningún alumno podía arrancarle de su generosidad uno de sus cultivos preferidos.
El único jardín de Colón que enseñaba príncipes negros, rosas matizadas, espigas inmensas de azucenas y las más extrañas variedades de flores era el de la casa de Lila. Ella no era muy sociable, pero sí una excelente cultivadora de las mejores rosas de todo el pueblo. Nadie sabía quién le traía las posturas, ni el secreto para que crecieran tan exageradamente bellas y saludables.
Dicen algunos que no se casó y que vivía con una hermana, que por no ser la responsable de regar el jardín, nunca se veía. La casa estaba pintada de blanco, hacía esquina en una de las calles más céntricas de Colón, en la provincia de Matanzas, era una construcción de inicios del siglo pasado, pero, sus puertas de cedro y persianas de cristales, se mantenían como hechas del momento. Se erguía como una de las viviendas más visibles, sin embargo,  pocos, para no decir nadie, sabían cómo era por dentro.
Hace años dejé de ser una de aquellas alumnas de primaria, que estudiaba frente a la casa  de la anciana y que un día arrancó una rosa matizada por un hueco de la alta maya metálica que rodeaba el célebre jardín colombino. Nunca supe tampoco de la señora, porque dejé ese pueblo hace más de veinte años, mas, todavía sueño con volver a ver aquel jardín, cada vez que necesito rosas para regalar o adornar la sala de mi hogar. 
A veces siento que es necesario que existan personas como Lila, aunque nunca se sepa quién es, cómo es y qué hace dentro de su mansión. Quizás, después de tantos años me he dado cuenta que todos no podemos ser iguales y personas como ella le hace falta también al equilibrio del planeta.

martes, 17 de marzo de 2015

Ruido y más ruido



El ruido puede causar graves daños en la calidad de vida de las personas. Es un asunto del cual se quejan frecuentemente las personas. Tanto en los centros de trabajo o en los barrios se puede hacer más para evitar este flagelo que resulta a veces, muy molesto.

La modernidad ha traído consigo la explotación de equipos y maquinarias, que son generadores de ruidos por excelencia. Los trabajadores que laboran en los  lugares donde se encuentran, están obligados a usar los medios de protección, pues, estar expuestos constantemente a altos grados de decibeles, pudiera causar hipoacusia o sordera.

En algunas comunidades es frecuente ver cómo alguien se pone las manos en la cabeza en señal de auxilio, pues, el claxon de un automóvil, el vendedor ambulante que pregona, la música a todo volumen del vecino y el taladro inesperado de los que conviven pared con pared, son suficientes para querer irse a vivir a otro planeta.

La contaminación sonora no se ve ni se toca; sin embargo, es uno de los males que más afectan emocionalmente al ser humano. Provoca estrés, ansiedad, irritabilidad e insomnio, cuando las personas son sometidas a escuchar ruidos por encima de los 140 decibeles.

La ley 81/97 del Medio Ambiente brinda respuesta legal a quienes incurren en indisciplinas como la de provocar ruidos que atenten contra el mejor nivel de vida  de las personas. Las leyes y disposiciones están reguladas para aplicarlas  a cada infractor, pero los excesos siempre pueden disminuirse. ¡Ojo! con la conciencia de cada cual que tenga en sus manos la posibilidad de dañar menos el oído de los demás.

















martes, 10 de marzo de 2015

Centenarios de Las Tunas



“Consuelito”                                                                      
Consuelo Vitalia Iglesias Salcedo, no solo vino a este mundo para tener dos hijas, cuatro nietas, cuatro tataranietas y dos bisnietos. Tiene una lucidez privilegiada y por eso cuenta sin parar detalles de hace mucho tiempo.
En una de las casas más antiguas de la ciudad de Las Tunas, la número 24, de la Calle Vicente García, vive desde hace cien años. Dice su hija Teresa, que la propiedad del inmueble la conservan desde 1804, cuando las escrituras se hacían en la cercana Villa de Bayamo.
La anciana recuerda en el día de su cumpleaños cien, el 27 de enero, cuánto de ayuda desinteresada brindó a sus semejantes, desde los que lucharon en la etapa pre revolucionaria, hasta los que hoy día son más cercanos a ella en el tiempo: “Ayudaba con ropas, comida y cuanto hiciera falta a los rebeldes de la zona de Jobabo, tenían confianza en mí” –dejaba entrever, mientras con sencillez, numeraba algunas de las obras benéficas en las que participó, al inicio del triunfo de la Revolución.
Actividades de alfabetizadora y de maestra de corte y costura, son algunas de las que realizó gratuitamente, porque se deleita en enseñar y ayudar: “Son dos cosas que siempre me han gustado y nunca desear nada que no pueda tener”.
Consuelito, como todos le llaman, es conocedora de la historia. Sabe los pormenores de la vida de José Martí, como hombre de ideas y la importancia que tuvo para la independencia de Cuba; de Vicente García, el León de Santa Rita, y los veinte años que separaba el nacimiento de ambos, el primero, en 1853 y el segundo, en 1833…Así va repasando sucesos en su mente, mientras pregunta, ¿Voy muy rápido? _¡No, no!, va hablando muy bien –le respondí con prontitud.
“A veces, escribo poesía por inspiración. En mi vida he leído muchas revistas, periódicos, libros y ahora, hasta tarde, me quedo al frente del televisor para estar al tanto de todo, -comenta, y agrega: “Muchos jóvenes de la Universidad, vienen en busca de algún repaso de Historia y yo con gusto los ayudo”.
Consuelo es toda dádiva, asistencia, bondad…Unos la llaman poetisa, otros, abuela, otros, según sus percepciones, yo le llamaría archivo viviente. Recordar su presencia en la fiesta de los cien años del mambí tunero Julián Santana, cuando solo contaba con quince años, es bastante como para creer que su memoria histórica es privilegiada.
La casa número 24 de la calle Vicente García, ubicada en el mismo Centro Histórico de la ciudad de Las Tunas, ha contado por los siglos, con la presencia de nogenarias y centenarias. Paredes, puntales, puertas y ventanas, no esconden su imagen curtida por el tiempo; sin embargo, están aun ahí, quién sabe por cuánto más, para seguir dando fe de una familia que ha perdurado, para contar.