Cualquier
operario que ejecute una impresora como la KBA Commander CL, por ejemplo, o la Espresso Book Machine,
capaz de imprimir un libro en cinco minutos, no imaginaría nunca que en Las
Tunas, Cuba, funcionan todavía máquinas Chandler del año 1919.
Varios técnicos, pertenecientes a Vascal, empresa dedicada a las industrias
locales del territorio, se dieron a la tarea de recuperar algunos de los viejos
macizos de hierro; e ingenio a prueba, sustituyeron las poleas por motores,
idearon una nueva almohadilla y recuperaron los ejes y rodillos.
De esa manera, cobraron vida útil y las cinco máquinas que un día
imprimieron el Periódico de la provincia, ahora estampan planillas, documentos, invitaciones;
y en otras, troquelan cajas, gafas y gorros para
cumpleaños y hojas para escribir, destinados a distintos organismos de la
provincia y del país.
Entre cuatro paredes largas y anchas, con puntal alto, Luis Carlos Morell y
varios operarios que huelen a tinta y ejes engrasados, manchan infinitos modelos
de planillas. Con una mano, ponen la hoja debajo del rodillo entintado y con la
otra, la recogen lista. La operación la repiten muchas veces en una jornada.
Al día siguiente, vuelven a lidiar con las viejas máquinas que entintan y
escuchar el sonido singular de las Chandler adoptadas por ellos. Se resisten a
creer que un día enaltecerán una sala del Museo de la localidad.
Por eso prefieren continuar “pasándole la mano”, cada vez que sus piezas se traben por falta de
grasa o aplicándole alguna innovación que supla cada fragmento obsoleto. Verlas
funcionar a trasluz, por las anchas ventanas de pivote, resulta un suceso
verdaderamente singular.