Kevin
Javier Merino Puig es un niño de cinco
años que estudia el grado pre escolar en la Escuela Tony Alomá, de Las Tunas.
Allí dibuja, conoce los colores, los principales sonidos, cuenta hasta más allá del
diez y en los juegos de roles, lo mismo es doctor que vendedor de frutas.
Así más
o menos, trascurre la vida del pequeño en su centro escolar. En casa, el uso de
las nuevas tecnologías lo comparte con algunos juegos tradicionales, que por mucho
ejercitarse en la población, parecen nacidos en Cuba. Me refiero a los dados o
corotos y el dominó.
A todos en casa les pareció extraño el día en que pidió le comprasen un juego de dominó. Muchos
pensaron que iría a parar en pocas horas a la caja de juguetes rotos o
rechazados. Pero la sorpresa dejó atónitos a muchos. Desde entonces, guarda las
fichas con recelo y acompaña al abuelo en casi todas los partidos que celebran
en la casa paterna.
Edermo
Merino, su abuelo, asombrado, cuenta sobre el progreso del niño en el juego de
mesa…”Y es tan dichoso, que gana muchas veces. Primero pensábamos que colocaba
fichas por los colores, pero le compramos un juego de un solo tono y sabe
cuándo va una y otra”
Kevin
muestra responsabilidad en el momento de jugar, es disciplinado y aunque no le gusta
perder, no hace trampas tampoco. Debe ser porque es, a su juicio, el
esparcimiento que más le place, aunque todavía tenga que subirse en dos sillas
para poder poner bien las fichas en el
tablero e igualarse al resto de los adultos.
Dice
que le gusta compartir con su familia. Me doy cuenta cuando choca las manos con
Edelmo Merino, después que pusieron una ficha con la cual ganaban esa data.
Quién sabe si, no tan lejano, participa de algún campeonato de Dominó para
infantes y deje atrás el parecer de mucha gente cuando dice que es el niño más
pequeño que juega dominó en Las Tunas.