Nirsa Pérez Carbonell no es
una mujer común. Desde hace años opera una grúa en la Empresa de Aceros
Inoxidables (ACINOX Las Tunas) con resultados destacados y sabe que de sus
manos depende la vida de sus compañeros, dieciséis metros abajo.
Seis meses bastaron para
prepararse como gruera en Antillana de Acero en la capital del país, hace
veintinueve años, cuando su único hijo tenía apenas un año de vida y el
matrimonio recién comenzaba: “Mi esposo entiende mi trabajo, y más, me ayuda en
todo en la casa”, -comentó segura la arriesgada trabajadora del sector metalúrgico.
“Es un orgullo tener a Nirsa
trabajando con nosotros”, dijo más de un
compañero del área de productos terminados del Laminador IV de ACINOX.
La concentración y el autocontrol son indispensables para lograr una jornada
productiva con calidad.
“Un
día sí pasé un mal momento, -apuntó Pérez Carbonell- vi que la grúa de pronto tomó una gran velocidad porque hubo un problema eléctrico y avisé a mis
compañeros abajo en el área de flejes y resolvieron el problema, pero antes,
tuve que tirar la carga por un lado de
la pared de zinc para evitar accidente”.
Mujeres
como Nirsa no conocen el temor: “No tengo miedo, yo no sé que cosa es miedo”,
-afirma con certeza una de las pocas mujeres que desafía el peligro todos los
días en ACINOX.
“Mujer
de acero”, “Desafiando el peligro”, “Desafiando la altura”… Todos estos
titulares sugirieron sus propios compañeros, cuando pregunté qué título seleccionar
para este trabajo periodístico. Los mismos obreros del lugar respetan la
estatura de Nirsa y hasta algunos afirman que ellos no tienen nada que ver con
las grúas.
Tenacidad,
prestigio, seguridad, mana Nirsa, elevada en la grúa que traslada toneladas de
acero al carbono, día a día. Las mueve hacia
países donde los receptores nunca sabrán las manos que transportan esos
mazos de hierro tan pesados.